En recientes entrevistas y notas de prensa realizadas a personajes de la izquierda ideológica como Susel Paredes y Yonhy Lescano, se evidencia la estrategia política clara que tiene dicho sector. Desgastar a un gobierno de transición para llegar a abril de 2026 con el país crispado y las reglas del juego rotas.
La consigna es clara, que “decida la calle”, no las urnas. El libreto ya lo conocemos, acusaciones altisonantes, narrativa de “régimen” y llamados a marchas “ciudadanas” que terminan en violencia.
No se trata de negar el descontento, que es real y profundo, sino de separar la protesta legítima de la operación política que ciertos grupos impulsan. Figuras como Paredes y Lescano, que acumulan denuncias y prontuarios, buscan convertir esa molestia en caos útil. El clima perfecto para instalar a un líder ideológico bajo el paraguas de la mafia caviar. Por eso el discurso de blindajes, pactos y “gobiernos de continuidad” es el marco perfecto para justificar más calle y menos instituciones.
También hay un punto que no podemos obviar, y es que la violencia no aparece sola. Detrás de las movilizaciones hay estructuras que organizan, entrenan y escalan, mediante manuales de “resistencia”, logística y líneas de choque. Eso no es espontáneo ni democrático. Es un mecanismo de presión que usa a los jóvenes como carne de cañón y deja al Estado sin margen para mantener el orden sin ser acusado de “represión”.
El gobierno de transición tiene un mandato básico: estabilizar y llegar a elecciones de manera limpia. No van a resolver en seis meses todo lo que se destruyó en años. Pero sí debe contener la violencia, perseguir el delito y proteger el proceso electoral. Y nosotros, como ciudadanos, debemos exigir lo obvio, ni impunidad para abusos, ni premio para quienes incendian las calles.
Que no nos engañen, democracia es votar en paz, no forzar renuncias a punta de piedra. Si de verdad queremos un cambio, que sea en las urnas, con un liderazgo nuevo, honesto y competente, sin ataduras a la vieja política ni a redes que viven del conflicto. Ese es el Cambio de Ciclo que vale la pena, con orden, instituciones y resultados, no el caos de siempre con otro eslogan.