A solo siete meses de las elecciones presidenciales, una nueva encuesta IPSOS confirma lo que ya es una costumbre en el Perú. El verdadero ganador sigue siendo el voto blanco o viciado, que hoy alcanza un 37%. Esa cifra refleja el hartazgo y es el grito silencioso de millones de peruanos que ya no creen en los mismos corruptos de siempre.
Porque los nombres que encabezan las encuestas no son novedad: López Aliaga, Fujimori, Vizcarra. Los mismos rostros, los mismos apellidos, los mismos que han tenido poder y lo usaron para sus propios intereses. ¿De verdad alguien puede creer que con candidatos que apenas alcanzan un 10% de aprobación se podrá cambiar el rumbo del país? Más que alternativas, son parte del mismo problema que nos arrastra hace más de 25 años de corrupción, abandono e ineficiencia.
El cambio de ciclo es urgente para nuestro país. El Perú necesita un nuevo rostro, un liderazgo limpio, alejado de las alianzas podridas y de las deudas políticas que obligan a pagar favores. Los peruanos no quieren más presidentes populistas, que prometen y no cumplen; no quieren ideas de izquierda que solo buscan hacer el Estado más grande y más corrupto en beneficio de unos pocos.
Los peruanos quieren un presidente con capacidades técnicas y profesionales, y con una trayectoria honesta que no sea cuestionada ni por plagios, ni por contratos bajo la mesa, ni por blindajes.
Si volvemos a elegir entre lo mismo, repetiremos la historia que nos condena. Pero si tenemos el valor de dar un giro y apostar por alguien nuevo y sin cadenas, podremos comenzar a escribir una historia distinta. El 2026 tiene que ser el punto de quiebre para que el Perú sea la potencia que podemos llegar a ser.