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Los que vimos La Momia, recordamos esa escena donde una tormenta de arena cubre al ejército entero. Eso era cine. Y cuando vemos esas tormentas en países árabes, sentimos que están lejos. Pero lo que vivimos en Ica y Arequipa fue una verdadera película de terror. Una tormenta de arena real, violenta, que arrasó con todo a su paso. Pero lo más preocupante es que ahora enfrentamos otra tormenta: la de la negligencia, la ceguera y la ineficacia de las autoridades, que siguen sin aparecer mientras los agricultores lo han perdido todo.

Los agricultores, que ya lidian con el clima, los precios cambiantes y las deudas, hoy enfrentan su peor pesadilla: mirar sus tierras arrasadas y no saber cómo alimentar a sus familias, ni cómo empezar de nuevo. ¿Dónde está el plan de contingencia? ¿Los seguros prometidos para emergencias agrícolas?

El silencio de las autoridades duele tanto como la pérdida. Porque cuando se pierde una cosecha, se pierde un ingreso, una estabilidad, un futuro. Y en Arequipa, donde la agricultura sigue siendo la base de cientos de comunidades, esta tragedia no puede seguir siendo ignorada.

¿Cuánto tiempo más vamos a seguir esperando respuestas concretas y acciones reales en favor de los comerciantes y agricultores? El Gobierno Regional sigue cómodo en sus oficinas, lejos del campo y sus urgencias. Ya es hora de que dejen la comodidad burocrática y den la cara. Los agricultores no solo necesitan apoyo técnico, necesitan voluntad política. No se puede hablar de desarrollo rural mientras se sigue abandonando a quienes cultivan la tierra todos los días.

Ya falta poco. En el 2026 tenemos la posibilidad de darle un giro a la historia, de elegir con firmeza y sin miedo a quien realmente quiera cambiar las cosas. No más discursos vacíos ni promesas recicladas. Es la oportunidad de poner a un verdadero líder al mando, alguien que defienda a las familias peruanas y no a las mafias. El cambio está en nuestras manos. Es ahora o nunca.