Mediados de año siempre fue una alegría para los arequipeños. Niños y grandes esperábamos la llegada del circo y sus beneficios: risas y venta de golosinas alrededor de este era lo mínimo que podíamos esperar.
Pero ya no nos reímos, ni tampoco nos llegan las cosas ricas: Los payasos son los mismos de siempre, se pelean entre sí, los chistes ya no son buenos y el público ya no importa. Hasta las golosinas perdieron su gracia.
Mientras los payasos se cuentan chistes entre ellos, los ciudadanos comunes nos quedamos fuera de la carpa y tampoco queremos entrar. Nada nos motiva. Adentro hay solo militantes de las peleas de payasos: Así se ve la política de Arequipa y del Perú.
Funcionó por muchos años y nos mantuvieron adormecidos. El chiste nunca es malo la primera vez, pero llega un punto en que no ríes más. Hoy este circo romano es una lucha por el poder, matar o morir. El pan se endureció y ya tampoco nos llega.
Lo que antes traía alegría, hoy solo trae miseria. Ya no les interesa el pueblo, ni los emprendimientos alrededor del circo. Hoy solo crecen los dueños. Nos dejaron fuera y no nos dimos cuenta. No nos queda ni pan, ni circo. Urge la renovación.