LAS BECAS FANTASMA

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En el Perú ya es costumbre que las autoridades jueguen con la esperanza de la gente, pero lo ocurrido con las 20 mil becas fantasma del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo(Pronabec) cruzó una línea moral que no se debería tolerar nunca más.

Durante años, los políticos de siempre hicieron lo que mejor saben hacer: lanzar anuncios con bombo y platillo, inaugurar ceremonias y vender sueños que nunca tuvieron respaldo real. Prometieron una expansión de Beca 18 sin un sol asegurado y aun así empujaron a miles de jóvenes a prepararse, postular y rendir un examen que, desde el primer día, estaba destinado al fracaso.

En todo el país, miles de estudiantes rindieron la prueba con la ilusión de encontrar en la educación una salida frente a un futuro incierto. Pero mientras ellos estudiaban con sacrificio, en Lima ya sabían que no existía ni un sol adicional en el presupuesto 2026 para financiar esas vacantes. La cifra real era insostenible, faltaron casi 700 millones de soles, y aun así nadie detuvo el engaño. Peor aún, cuando estalló el escándalo, nadie asumió la mentira, nadie pide disculpas, nadie renuncia con dignidad.

Esto es un acto de irresponsabilidad brutal que promete futuro cuando ni siquiera se tiene claro el presente. Es repetir el mismo patrón que ha hundido al país con autoridades que anuncian obras sin presupuesto, que ofrecen beneficios imposibles solo para ganar aplausos y votos rápidos.

No podemos seguir eligiendo políticos que mienten y juegan con la educación, con la salud o con la vida de las personas como si el país fuera un laboratorio de excusas.  Arequipa, como todo el Perú, necesita autoridades capaces, honestos y con la valentía de decir la verdad, incluso cuando no es popular.

El cambio político que el Perú necesita empieza cuando dejemos atrás a quienes nos han fallado una y otra vez, y dejemos de aceptar más discursos vacíos, más promesas inventadas, más engaños que solo sirven para sostener carreras políticas que no dan la talla. Es hora de elegir autoridades que cumplan, que planifiquen y que respeten a la gente. Porque si un país no puede garantizar la verdad ni siquiera a sus jóvenes estudiantes, entonces nada puede avanzar.