El alcalde que ya no es alcalde ha dejado votado el tren. Renunció a la municipalidad para ser candidato a la presidencia y nunca más volvió a hablar del tren. Dejó botado el proyecto y también a la municipalidad de Lima.
Así, “Porky” dejó el tren en manos de su teniente y hoy alcalde, Renzo Reggiardo, conocido por quebrar empresas y por abandonar proyectos a medio camino.
Hoy, Reggiardo tiene la responsabilidad de que 1 millón 200 mil limeños se beneficien con el futuro tren Lima–Chosica. Pero hay un pequeño detalle. No existen vías nuevas, ni señalización, ni estaciones, ni estudios completos. En otras palabras, los trenes no tienen dónde operar. Sin estaciones intermedias, sin pasos a desnivel y con solo una vía antigua, ese sueño no llega ni a Ñaña.
Los especialistas lo dicen claro. El material rodante llegó, pero el sistema ferroviario simplemente no existe. Hace falta lo más costoso: obras, estaciones, señalización moderna, infraestructura segura y nuevos estudios. Una inversión que superaría fácilmente los mil millones de dólares.
¿Quién va a ejecutar ese megaproyecto? ¿Concesiones a empresas chinas? ¿Amigos contratistas de Reggiardo? ¿O “aliados” de Porky?
Con estos antecedentes, el riesgo de corrupción es evidente y enorme.
Hay una sola vía limpia y transparente para que este proyecto no termine hundido en la corrupción. Que el presidente Jerí ordene al Batallón de Ingenieros del Ejército construir las estaciones intermedias, los pasos a desnivel y la infraestructura necesaria.
No se trata de improvisar. El Batallón de Ingenieros ya ha construido carreteras, puentes, bases militares, obras hidráulicas y sistemas complejos en todo el país.
Tienen capacidad, disciplina y cero vínculos con redes corruptas municipales o extranjeras. Porque si dejamos el proyecto en manos de intermediarios que ven en el tren una oportunidad de negocio, el proyecto Lima–Chosica se convertirá en el nuevo monumento al despilfarro nacional.
Al Perú ya no le basta con recibir máquinas usadas y promesas grandilocuentes.
Necesitamos proyectos reales, transparentes, ejecutados con honestidad y pensando en la gente, no en negocios corruptos.
El cambio que el Perú espera implica cortar de raíz con quienes prometen grandes obras y luego las dejan botadas para perseguir su ambición personal. Hoy más de un millón de limeños siguen esperando un transporte digno porque su autoridad municipal “Porky” prefirió una candidatura antes que cumplir su palabra. Perú necesita líderes que no abandonen barcos… ni trenes.