Mientras el Rey Felipe VI pasea por las calles empedradas del centro de Arequipa y se hospeda en un lujoso hotel, miles de arequipeños viven una realidad completamente distinta. Agua que se pierde, hospitales sin equipos, colegios que se caen a pedazos y agricultores que siguen esperando que sus caminos sean reparados.
La visita del monarca español —en el marco del Congreso Internacional de la Lengua Española— fue presentada como un evento de orgullo nacional, pero ¿orgullo de qué? ¿De recibir a una comitiva extranjera con dinero público mientras nuestros propios ciudadanos sobreviven en el abandono?
Arequipa no necesita alfombras rojas ni desfiles diplomáticos. Necesita soluciones reales. Necesita que sus autoridades dejen de gastar en homenajes y empiecen a invertir en lo que verdaderamente importa: agua, educación, salud, transporte y trabajo digno.
Porque mientras los políticos se sacan fotos y hablan de cultura e historia compartida, los arequipeños siguen enfrentando una historia repetida de promesas, aplausos y cero resultados.
El verdadero reconocimiento internacional que merece el Perú no vendrá de un rey, sino del día en que resolvamos nuestras propias injusticias.
En abril del 2026, los peruanos tendremos la oportunidad de elegir a quienes representen ese cambio. No más gastos inútiles, no más pantomimas. Es hora de mirar de frente y construir una Arequipa digna, libre y con sentido común.