En Arequipa se pierden cada año 14 millones de metros cúbicos de agua, una cifra que refleja el abandono total de las autoridades. Miles de familias y agricultores ven cómo el recurso más vital se desperdicia mientras los políticos siguen haciendo campañas llenas de mentiras y promesas vacías que nunca se cumplen.
Más del 80% del canal Pañe-Sumbay, una infraestructura vital para la región, está en un estado de destrucción progresiva. Este canal, construido en los años 60, abastece el 57% del agua de la cuenca Quilca-Chili, pero su mantenimiento ha sido postergado una y otra vez por culpa de la falta de gestión y estabilidad institucional.
Las advertencias existen desde hace años, pero las autoridades —desde AUTODEMA hasta el Gobierno Regional y Gobierno Central— prefieren mirar hacia otro lado, dejando que el sistema se deteriore hasta el punto del colapso.
Lo que está en riesgo no son solo los cultivos o las industrias. Está en juego el bienestar de más de un millón de arequipeños que dependen de esta agua para vivir. En una región donde cada gota cuenta, perder millones de metros cúbicos por negligencia estatal es una irresponsabilidad inaceptable.
Los expertos ya lo advirtieron: si el canal Pañe-Sumbay colapsa, el impacto será devastador para la economía y para la vida de todos los arequipeños.
En Arequipa, gota a gota el agua se agota, pero lo que ya se secó del todo es la paciencia de su gente. Porque mientras los canales colapsan y los cultivos mueren, los políticos de siempre —los mismos de la izquierda populista y corrupta— siguen prometiendo soluciones que nunca llegan.
El 2026 será el momento de cerrar la llave de la mentira y abrir paso a un nuevo ciclo de verdad, eficiencia y liderazgo real. El agua puede volver a correr, pero solo si el Perú deja de alimentar a quienes han vivido años drenando su futuro.