Elevemos las exigencias

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En el Perú, la carrera por la presidencia parece cada vez menos rigurosa, mientras que otras funciones de menor jerarquía requieren de altos estándares de preparación y experiencia. Este hecho pone en cuestión la seriedad con la que se abordan las elecciones presidenciales y las verdaderas capacidades de quienes aspiran a liderar el país.

Para ser presidente del Perú, la Constitución exige requisitos mínimos: ser peruano de nacimiento, tener más de 35 años y estar en pleno goce de los derechos civiles. Sorprendentemente, no se requiere ninguna preparación académica específica, experiencia en gestión pública o conocimiento profundo de las complejidades del Estado. Así, el camino hacia la presidencia está abierto a prácticamente cualquier ciudadano que cumpla con estos requisitos básicos, independientemente de su preparación para asumir una responsabilidad de tal magnitud.

Solo como ejemplo, para pertenecer a la nueva Policía de Orden y Seguridad se exige: Carecer de antecedentes policiales, penales o judiciales, disponer del certificado de aptitud de evaluación médica expedido por la Dirección de Sanidad de la PNP, demostrar haber concluido de forma satisfactoria los estudios de educación secundaria, así como el servicio militar (voluntario u obligatorio) y no haber sido separado ni expulsado de ningún centro de educación secundaria. Ni dado de baja, por medida disciplinaria o deficiencia psicofísica, de alguna de las escuelas de formación de las Fuerzas Armadas o de la PNP.

Solo como ejemplo. Para ser Presidente del Perú no es necesario ni saber leer.

Esta disparidad genera un escenario preocupante: el cargo de mayor relevancia en la administración del Estado ha sido ocupado en las últimas décadas por personas poco preparadas y las consecuencias han sido desastrosas. Casos de corrupción, mala gestión y decisiones improvisadas han marcado varios de los gobiernos recientes, dejando en evidencia la necesidad urgente de elevar los estándares para acceder a la presidencia.